viernes, 31 de diciembre de 2010

Para Chose

Irene se ha dormido a las diez. A Manu le ha tocado cenar con la familia de su padre. En el salón estamos sólo Chose y yo.
La miro con el rabillo del ojo mientras escribo esto. Quiero que suya sea la última entrada de este año.
Feliz año nuevo, mi amor.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El blog de José Luis Morante


José Luis Morante estrena blog. Me alegro. José Luis es una de las escasas personas a las que, en este circo de pulgas de la literatura, merece la pena escuchar. Suerte.

http://puentesdepapel56.blogspot.com/

Mensaje navideño en la tele con cara de bollo


Esta mañana he estado en el parque del Paseo Alto. Hasta ahí nada nuevo. La novedad es que en esta ocasión no he ido para que Irene juegue en los columpios, sino para acompañar a Oli y Josele, el redactor y el cámara del programa de Canal Extremadura La isla de viernes. La excusa era charlar un rato sobre la antología Poesía para niños de 4 a 120 años, el hermosísimo libro que el editor Javier Sánchez Menéndez ha sacado en La isla de Siltolá.
Tanto Oli como Josele, como otras veces, han sido encantadores. Da gusto, de verdad, contar en la tele autonómica con un programa en el que la cultura se trate con tanto esmero.
Al final de la grabación me acordé del mensaje navideño del rey, porque tuve que felicitar las navidades a los espectadores del programa. Me costó no reírme. Nunca me había visto en un brete parecido. Por cierto, menuda cara de bollo que tengo en todas las fotos.


martes, 28 de diciembre de 2010

Constatación fehaciente de que hablando de gafas ni mucho menos es oro todo lo que reluce

Los hombres que llevan gafas siempre me han parecido de lo más interesante. No sé, les da un aire de misterio que a mí, lo confieso, me deja desarmada. Nuria dice que lo que yo tengo es mucho cuento, porque, según ella, los hombres que a mí me van, como a todas, rica, son los hombres guapos y que lo de la debilidad por las gafas no es más que una monserga que me he acostumbrado a repetir cada vez que alguien me pregunta que en qué me fijo primero cuando conozco a un tío. Vamos, como los que aseguran que, de entrada, lo que les llama la atención de una mujer son sus manos, su boca o su voz, en lugar de reconocer, los muy hipócritas, que los ojos se les van detrás de las tetas y el culo de la pobre ingenua que se cree todas esas pamplinas. Quién sabe, quizá tenga razón. Aunque, de todos modos, a Nuria tampoco hay que hacerle mucho caso.

Pues eso, que las gafas eran algo que me daba morbo.

Hasta que me pusieron unas.

Entonces descubrí cosas de las que nadie me había hablado: que hay días en los que se ve peor con ellas que sin ellas, que se empañan cuando entras en los bares, cuando hay niebla, cuando metes la nariz en el tazón del desayuno o cuando destapas la olla de las lentejas. También se empañan cuando lloras y cuando pelas cebollas. Y cuando abres el horno. Si no se empañan, se ensucian y aparecen pestañas, motas de polvo, huellas de tus dedos (o de dedos de otros). Y si tienes las pestañas largas, con cada parpadeo se forman rayitas hasta que acabas viendo el mundo codificado.

Luego viene lo de los besos. Si besas a alguien que no lleva gafas, le clavas la montura en la cara. Y si los dos las lleváis te puedes quedar enganchada a él igual que los ciervos que salen por la tele peleándose por una hembra. Consecuencia: tienes que torcer la cara para darle un beso. Claro, queda el recurso de quitárselas. Pero esto conviene hacerlo solamente cuando estéis ya en el asiento de atrás del coche y todo esté oscuro.

Antes no.

Aún me acuerdo del morenazo turco que la envidiosa de Nuria, aprovechando que había ido un momento al cuarto de baño para limpiar los dichositos cristales, me birló en la última fiesta de bienvenida a los nuevos alumnos extranjeros.

Y eso sí que no se lo perdono.

(De De los espacios cerrados, Fundación José Manuel Lara, 2006)

lunes, 27 de diciembre de 2010

Objects in mirror are closer than they appear

Eso asegura al menos el retrovisor de mi coche.

Los objetos que se ven en el espejo están más cerca de lo que parece.

Se agradece que alguien le advierta a uno de qué es lo que en realidad sucede con lo que se cree que se ha dejado atrás.


(De Límites y progresiones, Baile del Sol, 2010)

domingo, 26 de diciembre de 2010

La poesía de Laura Casielles

Mayo de 2009. Feria del libro de Sevilla. Con David Eloy Rodríguez, José María Gómez Valero y Laura Casielles.

En la sociedad occidental, la juventud parece el único estado posible del ser humano. De ahí que, por ejemplo, la publicidad sólo muestre imágenes de personas sanas, sonrientes y, por descontado, jóvenes. La enfermedad es algo de mal gusto que le pasa a los demás. Igual que el paso del tiempo.
De unos años a esta parte, se ve que tampoco la poesía española ha sido capaz de librarse de semejante epidemia, pues no resulta infrecuente que los suplementos literarios y los jurados de más de un certamen presten toda su atención a fulanito o menganita únicamente por la circunstacia de tener pocos años, cuantos menos mejor. Aún recuerdo el caso de cierto jurado que, en la rueda de prensa posterior al fallo, admitía que el poemario premiado no era el más sólido de los presentados, pero que lo habían escogido como una apuesta de futuro. Y eso que los concursantes se supone que habían mandado sus trabajos bajo plica.
En fin.
Sin embargo, de vez en cuando sí que surgen voces nuevas que reúnen dentro de sí juventud y talento. Me vienen a la memoria nombres como los de David Yáñez, Juan Marqués, María Salgado o Sara Herrera Peralta.
Pues bien, hoy se suma a los cuatro anteriores otro: el de Laura Casielles.
A Laura Casielles la he visto una sola vez. Fue en mayo de 2009, en la feria del libro de Sevilla. Acompañaba a David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero, amistades que dicen mucho en su favor. Estuvimos apenas media hora juntos. Ella hablaba poco. Eso sí, no dejaba de sonreír.
Meses después le escribí para preguntarle si le quedaba algún ejemplar de Soldado que huye, el poemario que había publicado en Hesperya, una de esas editoriales que no llegan a Extremadura. Ella, amabilísima, me lo envío enseguida. Para mí fue un descubrimiento. Aquel libro, escrito por una veinteañera, no parecía, ni de lejos, la obra de una primeriza.
Acabo de leer Los idiomas comunes. Lo ha publicado Hiperión por haber ganado el premio Antonio Carvajal. Fabuloso. Parece mentira que Laura tenga veinticuatro años. Su poesía está repleta de madurez, sensibilidad y oficio.
Yo subrayo lo que me gusta con lápices de colores.
Y mi ejemplar de Los idiomas comunes, en muchas de sus páginas, no tiene nada que envidiar al arco iris.
Enhorabuena, Laura. Y gracias. Los lectores de poesía necesitamos más escritoras como tú.




sábado, 25 de diciembre de 2010

Repaso a un año


Enero de 2010. La primera foto del año.



Enero de 2010. Llevaba 27 años sin nevar en Cáceres.



Enero de 2010. Muere Emiliana Galán Palacios, mi abuela.



Febrero de 2010. Dejo Littera Libros.



Marzo de 2010. En el primer número de la revista Isla de Siltolá.



Marzo de 2010. Mérida. Con Elías Moro y Jordi Doce.



Marzo de 2010. Publicación de Retórica para zurdos.



Abril de 2010. Publicación de Límites y progresiones.



Abril de 2010. Feria del libro de Cáceres. Con Matías Escalera.



Abril de 2010. Feria del libro de Cáceres. Con Déborah Vukusic.



Mayo de 2010. Con Marifé Sánchez Moruno. Presentación en Mérida de Límites y progresiones.



Junio de 2010. Feria del libro de Mérida. Con Antonio Orihuela, Irene y Antonio Gómez.


Junio de 2010. Reseña de Límites y progresiones en Estado crítico. http://criticoestado.blogspot.com/2010/06/y-tanto.html



Julio de 2010. Retórica para zurdos en la prensa de Huelva y Málaga.



Julio de 2010. Vacaciones en Aveiro.



Julio de 2010. Creación del blog Los poetas liliputienses.



Septiembre de 2010.



Octubre de 2010. Con el editor portugués Jose Carlos Marques.




Noviembre de 2010. Entrevista en el programa "La voz en espiral".


Noviembre de 2010. En Las Hurdes.


Diciembre de 2010. Publicación de Poesía para niños de 4 a 120 años.


Diciembre de 2010. En Lisboa.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Cobertura


Y, entonces, le dijo Caperucita al lobo: anda, lobo, hazme una llamada perdida cuando llegues a casa de la abuelita.

(De Límites y progresiones, Baile del Sol, 2010)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Tete Alejandre en el Casino de Badajoz


El fotógrafo Tete Alejandre expondrá hasta el veinte de enero parte de su trabajo en el Casino de Badajoz. Merece la pena acercarse hasta allí para disfrutar de la obra de un verdadero artista.

martes, 21 de diciembre de 2010

Gonzalo Hidalgo Bayal y César Martín Ortiz

No puedo quitarme de la cabeza la inesperadísima muerte de César Martín Ortiz. Me he propuesto intentar, primero, ponerme en contacto con alguien de su familia y, después, tratar de buscar un buen editor para su obra completa. Porque, por pura justicia, una escritura tan poderosa como la suya no puede seguir siendo prácticamente desconocida.
Mientras tanto, reproduzco aquí el texto que Gonzalo Hidalgo Bayal, otro magnífico narrador, escribió en 2001 a raíz de la lectura de Nuestro pequeño mundo.

En los tiempos que corren es poco probable que un lector con adicción sea sorprendido de manera imprevista por un escritor desconocido. Los suplementos literarios de los periódicos, la información diaria de las páginas de cultura (que se han convertido en propaganda editorial, o artística, o musical, o cinematográfica), las recomendaciones orales de unos y de otros y el incesante bombardeo sensacionalista producen tal nivel de saturación que parece ciertamente imposible, como digo, que ningún lector caiga de manera inocente sobre un libro o un autor desconocidos. A causa de ese acoso previo, que a veces tiene carácter impulsivo y a veces compulsivo, los lectores van siempre por detrás de los hechos, ya sea por una necesidad asumida a título personal, ya por una obligación social endémica y bacilar. Incluso cuando un libro ha escapado a los mecanismos de difusión publicitaria (cosa que, siendo por una parte frecuente, encierra por otra cierta sutil complejidad, porque, en los agobios de la abundancia, las novedades ajenas a la propaganda tienen existencia material, pero carecen de existencia comercial), incluso cuando no se cuenta con ninguna información previa, el mismo sello editorial proporciona indicios suficientes para que el lector no se encuentre jamás desprevenido. Debe concluirse, pues, decididamente, que el lector de hoy está siempre sobre aviso.

Tal vez por eso, porque ha llegado a mis manos de manera anónima, me ha sorprendido extraordinariamente un pequeño libro de relatos que se titula ‘Nuestro pequeño mundo’, del que es autor César Martín Ortiz. Publicado por la Editora Regional, en la colección La Gaveta (lo que garantiza, de hecho, un criterio literario inequívoco), la solapa apenas ofrece datos del autor: que nació hace cuarenta y un años en Salamanca, que es profesor de lengua y literatura en un instituto, que vive desde hace años en La Vera y que ha publicado anteriormente dos libros de poesía y uno de cuentos. Nada más. En lo que a mí se refiere, nunca antes había oído hablar de Cesar Martín Ortiz y, cuando el libro vino a parar a mis manos, antes de auparlo sin más a los estantes superiores, que son el limbo o el purgatorio de las bibliotecas, se me ocurrió echarle un vistazo. Me llamó la atención, en el índice, supongo que por deformación profesional crónica, el relato titulado «Gloria y ruina de los interinos», que es el último del volumen y que leí enseguida, con verdadero y creciente entusiasmo. Con un tono narrativo que hace evocar a «Josefina la cantora o el país de los ratones», de Franz Kafka, el cuento traza un panorama desolado y melancólico, a la vez que lúcido y certero, de esas aves migratorias de la enseñanza que son los profesores interinos. Hay un humor de fondo, por debajo de la amargura, paralelo a la rutina laboral, que se desarrolla en los escenarios más lóbregos de la desidia, esa condición de seres vencidos que son en su mayoría los funcionarios maduros. Hay una oposición etológica entre los interinos, que llegan con aspiraciones e inquietudes, y los antiguos o los viejos, que no sólo han aprendido con los años las reglas del asco y del aburrimiento, sino que también conocen de memoria el ciclo desdichado de los propios interinos, la prematura estipulación de su fracaso.

Seducido por la calidad y la hondura del relato, del que salí con esa extraña y contradictoria sensación en la que se mezclan el placer estético y la conciencia de nuestra miserable condición, fui enseguida leyendo los otros (en total son seis) sin sentirme defraudado en ningún momento. En cada uno de ellos pueden señalarse ingredientes específicos, como el humor y la impiedad de «Biyú», el neorrealismo crudo y familiar de «Un reflejo en la ventana, o diez mil grullas de papel», la tristeza crepuscular y mortecina de «Alfonsina», la rueda del tiempo y de la fortuna que gira irremisiblemente en «Acerca de mi matrimonio», o las circunstancias gauchas y ebrias de «La señorita de pueblo y el Martín Fierro», pero todos ellos dejan en el paladar el sabor de la amargura, todos comparten un fondo de melancolía verdaderamente abrumador. Hay una expresión ambigua, «estar de vuelta», que personalmente no me gusta, porque suele entenderse la mayor parte de las veces en una sola dirección, como una titulación que da derecho al pasotismo o como un ademán cosmopolita del cinismo. Pero hay otro sentido de la expresión que sí me gusta, a saber: «está de vuelta» quien ha comprendido que no hay esperanza posible, quien ha comprobado que las ilusiones no se cumplen jamás y quien, ante la severidad de esa estadística de la vida cotidiana, se ha resignado definitivamente a tan desoladora certidumbre. A este segundo modo de estar de vuelta responden todos los personajes de ‘Nuestro pequeño mundo’, que, si es «nuestro» por «pequeño», no por «pequeño» es menos ancho, real y verdadero.

Así las cosas, mi propósito inmediato de lector es conseguir lo antes posible los relatos de ‘Un poco de orden’, e incluso los poemas de ‘Dedicatoria o despedida’ y ‘Toques de tránsito’, que son los títulos anteriores de César Martín Ortiz. La tarea no resultará fácil, porque este tipo de libros, lejanos, o de diputaciones, o de instituciones varias, suelen nacer ya condenados, se imprimen para dormir el sueño húmedo y oscuro de los sótanos o para fomentar la indolencia de los almacenes consistoriales, pero tendrá sentido y merecerá la pena. Estoy convencido de que César Martín Ortiz es un buen escritor y sé que sus escritos han de interesarme necesariamente. No es la primera vez que siento los efectos favorables de la afinidad estética.

Gonzalo Hidalgo Bayal

domingo, 19 de diciembre de 2010

La muerte de César Martín Ortiz

César Martín Ortiz (foto de Manolo Merino)

Acabo de enterarme por el blog de Álvaro Valverde de que César Martín Ortiz murió la semana pasada. Tenía sólo cincuenta y dos años. Ya he hablado en varias ocasiones de la admiración que me producen sus libros.
No sé qué decir.
Él era uno de los narradores liliputienses.
Lo único que puedo esperar ahora es que (como dice Álvaro) alguna editorial tenga el suficiente olfato como para publicar su obra completa y ponerla, por fin, a disposición de los lectores atentos.
Su prosa (y no exagero) es deslumbrante.
Descanse en paz.

http://liliputcontrablefescu.blogspot.com/2009/07/los-narradores-liliputienses-cesar.html

sábado, 18 de diciembre de 2010

Poesía para niños de 4 a 120 años


Hoy en recogido en Correos un paquete cuyo contenido me ha alegrado el día: dos ejemplares de la antología Poesía para niños de 4 a 120 años que acaba de publicar mi admirada La isla de Siltolá. Y, aunque estaba seguro de que había quedado muy bien, ahora, al tenerlo en las manos, compruebo que el resultado es simplemente espectacular. El tipo de papel, la tipografía, el interior a dos tintas, las fotos que enmarcan los textos y, por supuesto, la portada convierten a este libro en uno de los más hermosos que un servidor ha podido ver en su vida.
Como lector, no sé de qué forma podría agradecer a Javier Sánchez Menéndez, el director de la editorial, que saque a la luz títulos como este.
No me cabe la menor duda de que a La isla de Siltolá le espera una vida larga y con una salud excelente. Pero, incluso si no fuera así, solo por un libro como este con el que posan Irene y Manu habría merecido la pena.
Un verdadero regalo.

Una entrevista portuguesa

http://www.hoy.es/v/20101218/sociedad/portugal-respeta-mucho-escritores-20101218.html

martes, 14 de diciembre de 2010

El joven poeta, su novia y su mejor amiga.

Sea usted joven, escandalosamente joven.
Sea usted escandalosamente joven y poeta.
Sea usted poeta y novio de una poeta.
Sea usted poeta y novio de una poeta tirando a gótica.
Sea usted novio de una poeta tirando a gótica y muy amiga de otra poeta aún más joven (si eso es posible).
Sea usted novio de una poeta cuya mejor amiga es también poeta tatuada.
Sea usted novio de una poeta cuya mejor amiga es también poeta tatuada con blog de moda.
Sea usted novio que publicará en la misma editorial que la mejor amiga de su novia y, como ella (la amiga, no la novia), gracias a un certamen literario de provincias con jurado de la capital.
Sea usted joven, escandalosamente joven.
Sea usted escandalosamente joven y poeta.
Sea usted poeta y novio de una poeta cuya mejor amiga tiene otra mejor amiga cuyo primer libro se publicó cuando esta poeta (empiezo a marearme) era aún más joven que los tres poetas anteriores.
Sea usted poeta.
Échese novia.
Hágase un tatuaje.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Canal L

Un canal de televisión dedicado a la literatura:

http://www.canal-l.com/

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Visitas

Hay hombres que no tienen hijos: tienen visitas.

(De Genealogías, en prensa)

martes, 7 de diciembre de 2010

Tres días en Lisboa


Anoche llegamos a casa con los dos niños dormidos en el coche. Estaban agotados. Pero creo que también muy contentos. No han parado ni un segundo. En tres días han montado en ferry, en tren, en tranvía e incluso en un caballito de tiovivo. Han ido al Oceanario y han aprendido alguna palabra en portugués.


Cada vez que voy a Lisboa me vuelvo con la sensación de que esa es la ciudad en la que me gustaría vivir. Además, en esta ocasión tuvimos la suerte de ir con Yolanda y Juan Carlos, que nos enseñaron rincones de esos a los que solo van los lisboetas. La terraza del Noo Bar está entre las favoritas de Yolanda.


Miedo me da traducir este cartel.




A Irene le sigue encantando que la lleve en la mochila.





La tierra a veces no es redonda.



Lisboa desde la terraza del Ponto final.




Irene, Manu y Chose en el Oceanario.



Foto de grupo como fin de fiesta.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

En la casa de Elías Moro


Ayer fue un día agotador, pues, al viaje de cada mañana de Cáceres a Mérida, se sumó el que tuve que realizar por la tarde hasta Llerena para leer en el taller literario. Una paliza que me dejó exhausto. Confieso que lo hice porque me lo había pedido Elías Moro. Y yo a Elías no puedo decirle que no. Soy una persona huraña y, ya que cuento con tan pocos amigos, al menos debo cuidar a los que tengo.
Lo del taller resultó muy bien. Gente encantadora y sensible. Sin embargo, lo mejor fue comer con Elías, Lali y Sara (un millón de gracias) y conocer su casa.



Elías me enseñó la buhardilla en la que escribe y tiene su biblioteca. Un lugar mágico donde se respiraba literatura por todas partes.
Hace años, cuando Luis Felipe Comendador me mostró esa maravillosa cueva de Alí-Babá (sin ladrones) que tiene en la calle Colón de Béjar, sentí algo parecido. Liliput en estado puro.