martes, 14 de agosto de 2012

Una casa en Mérida

 Llevábamos Chose y yo varias semanas tratando de encontrar una casa en Mérida, ya que casi dábamos por seguro que ella conseguiría un traslado. Después de ver varias decenas y de unos cuantos calurosísimos viajes, habíamos encontrado, por fin, una que nos gustaba mucho. Hasta la habíamos reservado en la inmobiliaria. Estaba eufórico e ilusionado, lo admito. Nos pasábamos las horas como dos tontos fantaseando sobre el color de las paredes o los muebles de la cocina. 
  Sin embargo, anoche, una simple llamada telefónica derribó todos esos planes de futuro. Según parece, las posibilidades de que Chose obtenga el traslado se han esfumado, dado que en el campus de Mérida no va a haber vacante alguna.
  El caso es que a la llamada a la inmobiliaria para comunicar que ya no íbamos a comprar la casa ha seguido un día horripilante en el que no he sido capaz de quitarme siquiera un minuto de la cabeza el panorama desolador que me espera. Y es que llevo siete años haciéndome todos los días setenta kilómetros de ida y setenta de vuelta para trabajar. He estado echando cuentas y me quedan aproximadamente doce más en la carretera. No he podido evitar acordarme de los profesores de los once centros concertados de Cáceres, ésos que, sin pasar nunca por oposición alguna, tienen un puesto de trabajo en la misma ciudad en la que viven. Y que encima se quejan de continuo de su horario y de su sueldo. 
  A estas alturas, lo de los conciertos educativos supone un anacronismo. Por supuesto que los padres están en su derecho de proporcionar a sus hijos la educación que deseen. Pero los centros concertados no deberían existir. Si uno quiere educación privada, que la pague. No conozco otro ejemplo en que una empresa contrate a los trabajadores que le plazca y, en cambio, sea el Estado el que cargue con el pago de los sueldos. De los que están en este momento en el poder no esperaba nada. Pero de aquéllos que se llaman a sí mismos socialistas, sí.  Sigo siendo un ingenuo.

3 comentarios:

  1. No puedo ni imaginarme la decepción que estarás/estarán sintiendo. Desde acá lejos, lo siento mucho. Gran abrazo, ya saldrá otra cosa

    Cristián

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