jueves, 19 de noviembre de 2015

Con los bolsillos llenos de piedras

Falta un mes para las elecciones. Hace un año el PP ni siquiera habría soñado con tener las posibilidades de ganar con las que cuenta en estos momentos. La jugada, hay que reconocerlo, le ha salido perfecta. Porque resulta increíble que, después de todo lo que ha pasado y de todo lo que se ha sabido, siga con opciones de sobrevivir como partido político.
Y decía que todo se ha desarrollado mejor de lo que ellos esperaban porque la única fuerza que de verdad llegó a preocuparles, la que nació como consecuencia del 15M, a estas alturas está completamente controlada. Aquel movimiento podía haberse convertido en el germen de la verdadera transición española, podía haber creado un sistema nuevo en el que la democracia fuese real y no una palabra que cada vez significa menos cosas.
Hasta ahora, todos los partidos han dibujado las mismas estructuras jerárquicas. Y eso a la gente normal nos había producido un desánimo absoluto. ¿Para qué votar, para qué implicarse si nada va a cambiar? Y es que el llamado "aparato" de los partidos en la práctica era un engranaje que trituraba cualquier posibilidad de participación y lo fiaba todo a la voluntad de las cúpulas.
Y entonces surgió Podemos. 

Por fin parecía que los de abajo íbamos a contar, que se nos iba a tener en consideración, que podíamos hacer algo para modificar la receta del pastel. Sin embargo (todos lo hemos ido viendo), Podemos ha terminado convirtiéndose en un partido más. Podemos ha terminado domesticado por el sistema. Y eso es algo que creo que sus dirigentes no han querido (o no les ha interesado) admitir. La fuerza de Podemos se basaba precisamente en que proponía una manera distinta de resolver los problemas, no en crear otro partido que cayese en los vicios de siempre.
Falta un mes para las elecciones y el poder nos tiene justo como quería: desanimados y divididos. Por un lado están PP, PSOE y Ciudadanos: el mismo perro con tres collares distintos; por otro, Podemos e Izquierda Unida. Alberto Garzón es, de largo, el mejor político español de la actualidad. Por desgracia, parece condenado, como ya le ocurrió a Julio Anguita, a ser un ejemplo de honradez que nunca conseguirá que se le tome realmente en serio. En cuanto a Podemos, me parece que la ambición de sus dirigentes nos va a costar carísima a todos. Y que conste que dentro de Podemos hay gente muy válida y trabajadora. Pero es que tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Hace unas semanas, en una entrevista que concedió a una cadena de televisión, Manuela Carmena afirmaba que Ana Botella (su antecesora en el cargo) había hecho cosas buenas. Y que eso había que reconocerlo. Porque, añadía, "lo importante es que se hagan bien las cosas sin importar quién las haga". Ésa es la visión generosa que el equipo de Pablo Iglesias no ha tenido. Y es que no se sostiene que se repitiera que la capacidad de decisión la tenían los círculos (es decir, la gente) y, a la hora de la verdad, se ha hecho lo que el secretario general y los suyos han establecido.

Tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Ojalá Podemos e Izquierda Unida tengan la suerte que, a pesar de todo, merecen, aunque me temo que el sistema les ha metido en los bolsillos la suficiente cantidad de piedras como para que no lleguen muy lejos.

domingo, 15 de noviembre de 2015

José Kozer en Ediciones Liliputienses


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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Mucho ruido y pocas nueces (a vueltas con lo de los premios de Visor)

Anda el circo de pulgas de la poesía española algo revuelto por la concesión del último certamen de Melilla. Lo publica Visor y, una vez más, lo gana un autor de la casa. Nada nuevo, vamos. A lo sumo, quizá aparezca alguien relacionado con la organización que exprese en voz baja ciertos escrúpulos. Pero de ahí no pasará. Y por supuesto no tendrá ningún tipo de consecuencia.
Lo de Visor, se ha repetido muchas veces, es escandaloso: no sólo falsea una parte de la reciente historia de la literatura española (menos mal que luego el tiempo pondrá a cada uno en su sitio), sino que además lo hace con dinero público. Y eso sí que se tendría que impedir. No es de recibo que un grupo de autores, cobijados en el todopoderoso espejismo de Visor, consigan vivir a costa de los contribuyentes.
Lo peor, lo decía antes, es que seguirá sin suceder nada. Como no sucedió nada con los sospechosos premios que obtuvieron, por ejemplo, Luis Antonio de Villena o Daniel Rodríguez Moya. Sí, hubo un poco de ruido en internet. Pero ya. Ahí siguen los de siempre riéndose de todos nosotros. Ahí siguen viajando por medio mundo y dirigiendo festivales con presupuestos mareantes. 
El galardón de Melilla sólo es uno más de la lista que la cuadrilla de Visor sabe que tiene a su disposición para ir tirando. Cuenta, además, con el de Burgos, el de la Generación del 27, el Jaime Gil de Biedma... incluso el de los ferrocarriles españoles, que, aunque no lo publiquen ellos, sí que deciden a quién se le concede.
¿Que lo de los premios se nos hace poco? No hay problema. Se saca de vez en cuando una antología (llámese de la incertidumbre o consultada) y a tirar con ella unos meses.
¿Que conviene soltar barbaridades para vender un puñado de libros? Tampoco es inconveniente. Me cisco en la poesía escrita por mujeres, pongamos por caso, todo el mundo se echa encima de mí y, cuando ya he conseguido su atención, le encargo una antología (estoy seguro de que será así) de voces femeninas a la autora que he usado como cabeza de turco.
Gracias a Ediciones Liliputienses, tengo la suerte de conocer la poesía que ahora mismo se escribe en Latinoamérica y realmente no hay color. Da igual que en España se cuente con un par de editoriales potentes que lleguen a todas partes. Salvo contadísimas excepciones, la poesía en español de verdadero mérito e interés se está escribiendo en América. Da igual la cantidad de festivales en los que lean o libros de Visor que acumulen los Rodríguez Moya, Lanseros, Fernando Valverde y compañía. Al final, por mucho que se empeñen los dueños del micrófono, no será la suya la poesía que se lea dentro de unos años.Y, en el fondo, lo saben.