Acabo de dejar a Lalo Barrubia
en la estación de autobuses. Ha pasado en Cáceres apenas veinticuatro
horas. Ha sido tan generosa como para hacer una parada en su viaje con el fin de vernos y hablar de futuros proyectos en Ediciones Liliputienses.
Anoche, en la cena, le decía que me habría encantado verla actuar en
pleno centro de la ciudad. Espero que alguna vez pueda ser.
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