Ayer por la tarde volvimos de Sevilla. Agotados. El hotel en el que nos alojamos, el Catalonia Giralda (pongo su nombre para que ningún incauto se hospede en él), quedaba mucho más lejos del centro de lo que nos habían asegurado en la agencia de viajes. Pero es que, por si fuera poco, se encuentra en una calle sin salida a la que llegamos después de casi una hora dando vueltas por la ciudad. De pesadilla lo del alojamiento, vamos.
Menos mal que la feria me sirvió de excusa para conocer a mi admirado David Eloy Rodríguez, quien tuvo el detallazo de acercarse a verme junto a José María Gómez Valero (otro poeta de lo más interesante) y a Laura Casielles. Hay personas con las que uno sabe que se llevaría de maravillas si viviese cerca de ellas. Y yo siempre he tenido esa sensación con David, quien no sólo es cariñosísimo, generoso y humilde, sino también un escritor de los de verdad (por algo es uno de los ocho poetas liliputienses).
La feria en sí me pareció estupenda y muy bien organizada. Casi todas las casetas tenían algo que merecía la pena. Valgan como ejemplo las de Renacimiento, el grupo Contexto, Kalandraka, el Cangrejo pistolero o, claro está, la de Bibliodiversidad.
Luego, en esta última, firmé la increíble cantidad de tres ejemplares de Diccionario de dudas, por lo que, tras ese agotador esfuerzo, tuve que descansar con Manu e Irene posando encima de mí. A ellos está dedicado el libro y suyo es de principio a fin.
Lo mejor, sin duda, fue la comida con Elías Moro (él firmaba por la tarde), Lali, Susana y Morgan (y perro). Aunque no se conocían entre sí, como son personas especiales de las que no dejo de aprender cada vez que tengo la suerte de estar con ellos, hicieron migas enseguida. Lo he dicho más veces: tengo unos amigos que no me merezco. Lo pasamos estupendamente. Da gusto estar con gente tan tolerante y divertida. Un lujo. Por ellos mereció la pena el viaje de ida y vuelta en un coche lleno de niños que berreaban por turnos o se quejaban (también por turnos) de que el deuvedé de la pantera rosa (mami, yo no he tocado nada) no se veía.
Tuve la intención de pasarme el sábado a la firma, pero mi mujer (que se acuerda de todo) me informó de que, desgraciadamente, teníamos la primera comunión de una sobrina, por lo que no pudo ser. Me hubiera gustdo conocerte en persona; esperemos que pronto haya ocasión.
ResponderEliminarQué bueno ver a Josémari y David. Y sí: ambos son cariñosos, muy cariñosos, muy alegres y los metieron en formol, porque no han cambiado un ápice desde los tiempos de la Facultad...
ResponderEliminarCuentas las cosas de tal forma que el daño es menos dañino...Gracias José María por existir, por ser como eres y animar al personal circundante a seguir rompiendo bozales...Nos vemos en el Instituto, hoy me dan el alta.Un abrazo, Tino.
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