Esta foto la hizo Begoña Abad en el mercado de El Fontán de Oviedo. Toda una lección para cualquier poeta que padezca del incurable (y contagioso) mal de la vanidad.
A mi me parece muy bien. Ojála regalaran libros de poesía al comprar otras muchas cosas. Pero lo de las bragas está bien pensando: también por lo que apuntas. Un saludo
uan Ramón Jiménez, al final de su vida, en su poema Espacio, escribe: Amor, amor, amor (lo cantó Yeats) «amor en el lugar del escremento». Los seres humanos, hijos de un dios ironista que con sus manitas de alfarero moldeó sexo y cloaca tan próximos, caemos en su broma y juntamos, libros, bragas, poemas y lejías. Pero hay que descartar el prejuicio de que los vendedores de bragas no tienen estudios. Por la foto, lo que desde luego no tiene este comerciante es buen gusto o es un fanático del kitsch . Pese a todo, estoy convencido de que él ha escrito el libro que regala. El autor y el dueño de la mercería pueden ser la misma persona. Parece una edición de autor, posiblemente se trate de un delicado manojo de versos o de un opúsculo de algún erudito local, asuntos ambos que no venden. Nada que ver con Millenium o con El corazón helado.
No se ve bien la foto, pero por el tamaño y diseño, parecen de poesía.
ResponderEliminarNo sé si orgullo o placer, pero es curioso.
Saludos.
A mi me parece muy bien. Ojála regalaran libros de poesía al comprar otras muchas cosas. Pero lo de las bragas está bien pensando: también por lo que apuntas.
ResponderEliminarUn saludo
uan Ramón Jiménez, al final de su vida, en su poema Espacio, escribe: Amor, amor, amor (lo cantó Yeats) «amor en el lugar del escremento». Los seres humanos, hijos de un dios ironista que con sus manitas de alfarero moldeó sexo y cloaca tan próximos, caemos en su broma y juntamos, libros, bragas, poemas y lejías.
ResponderEliminarPero hay que descartar el prejuicio de que los vendedores de bragas no tienen estudios. Por la foto, lo que desde luego no tiene este comerciante es buen gusto o es un fanático del kitsch . Pese a todo, estoy convencido de que él ha escrito el libro que regala. El autor y el dueño de la mercería pueden ser la misma persona. Parece una edición de autor, posiblemente se trate de un delicado manojo de versos o de un opúsculo de algún erudito local, asuntos ambos que no venden. Nada que ver con Millenium o con El corazón helado.