Nunca he ocultado (ni en público ni en privado) mi admiración por Álvaro Valverde. Álvaro para mí constituye un ejemplo. En más de un sentido. Admiro su espléndida obra tanto como su integridad y su compromiso con las ideas en las que cree.
La esclarecedora entrada que realizó ayer en su blog es un nuevo ejemplo (http://mayora.blogspot.com/2010/06/la-critica.html) .
Recuerdo que, cuando a mediados de noviembre publiqué aquí unas líneas sobre lo que me había parecido el último congreso de la Asociación de Escritores Extremeños, hubo bastante gente que se molestó. Incluso algún anónimo me llamó clasista. Y eso que creo que no falté el respeto a nadie. Pero se ve que en una región como Extremadura, muy grande, aunque muy poco poblada, donde todos nos conocemos, no se puede opinar con sinceridad sobre literatura sin que alguien se moleste.
Hablando de libros, confieso que no me gustan las personas políticamente correctas. No me gustan las medias tintas ni los que se callan por miedo a perder una posible recompensa. Los niños buenos, ya se sabe, siempre obtienen su premio al final del cuento.
Y, sin embargo, la literatura o es pasión o no es.
El café no sabe igual con leche desnatada.
La esclarecedora entrada que realizó ayer en su blog es un nuevo ejemplo (http://mayora.blogspot.com/2010/06/la-critica.html) .
Recuerdo que, cuando a mediados de noviembre publiqué aquí unas líneas sobre lo que me había parecido el último congreso de la Asociación de Escritores Extremeños, hubo bastante gente que se molestó. Incluso algún anónimo me llamó clasista. Y eso que creo que no falté el respeto a nadie. Pero se ve que en una región como Extremadura, muy grande, aunque muy poco poblada, donde todos nos conocemos, no se puede opinar con sinceridad sobre literatura sin que alguien se moleste.
Hablando de libros, confieso que no me gustan las personas políticamente correctas. No me gustan las medias tintas ni los que se callan por miedo a perder una posible recompensa. Los niños buenos, ya se sabe, siempre obtienen su premio al final del cuento.
Y, sin embargo, la literatura o es pasión o no es.
El café no sabe igual con leche desnatada.
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