miércoles, 19 de enero de 2011

Joan Margarit, Basilio Sánchez y el marcapasos de mi padre

(Foto de Teresa Guzmán)

Esta semana he vuelto a comprobar que el tiempo está hecho de un material elástico. Parece mentira la de cosas que pueden suceder en unos días. Como parece mentira que, a veces, haya días a los que les dé por tener más de veinticuatro horas.
Desde el lunes llevo en la clínica donde han implantado a mi padre un marcapasos. Sólo he salido para dormir, ver un rato a Irene y Chose y escaparme un par de horas para presentar a Joan Margarit, que leía en el aula literaria de Mérida.
Lo de la presentación era un compromiso inexcusable, al que, de todos modos, acudí porque mi padre estaba mucho mejor y a punto de darle el alta, porque, de lo contrario, tampoco habría ido.
Margarit estuvo sensacional, aunque reconozco que yo tenía la cabeza en otra parte. Aun así, pude disfrutar de los poemas y el calor de un verdadero maestro.

(Foto de Teresa Guzmán)

Casi al mismo tiempo, en Cáceres, se presentaba el volumen en el que Calambur recoge la obra casi completa de Basilio Sánchez. Me supo fatal no poder ir, pero el compromiso para presentar a Margarit lo había contraído desde hacía bastante. Me habría encantado estar con Basilio, Álvaro y Miguel Ángel. En fin. Que, como de costumbre, o no pasa nada especial en mucho tiempo o, de repente, la vida se aburre de caminar en línea recta.

(Foto de Teresa Guzmán)

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