Mi primera novia me quiso mucho más de lo que yo supe quererla a ella.
La segunda, en cambio, no me quiso ni la mitad de lo que se quería a sí misma.
La que vino después necesitaba sentirse querida a todas horas.
La siguiente me exigía que la quisiera por todos los que antes no la habían querido.
De eso hace ya un tiempo.
Y supongo que querré a alguien de nuevo y que, con un poco de suerte, puede que alguien me vuelva a querer.
Pero no sé si la próxima vez prefiero ser quien da o quien recibe.
Porque, si doy, sospecho que tendré la sensación de hacerlo en exceso.
Y, si recibo, me temo que no me conformaré con lo que me den.
Enhorabuena, José María, tu texto participa a la vez de la poesía y del aforismo, y es un sabio tratado sobre las paradojas de la convivencia.
ResponderEliminarPor otro lado no hay que preocuparse: los sentimientos nunca se escriben (ni en la literatura ni en la realidad) con la prosa neutra de un mal traductor.
José María, muchas gracias por el envío. Una vez más, es un gran placer leerte. Creo que eres un maestro de la palabra pequeña, sencilla, que cabe por cualquier cerradura, pero a la vez descomunal, demoledora, como un balcón con vistas al acantilado.
ResponderEliminarSuele envidiar el amado al amante. Amar siempre es más puro y reconfortante.
ResponderEliminarDe cualquier forma, me ha gustado.
Un saludo.