En los periódicos regionales de hoy, aparece la noticia de que el espacio exterior del Palacio de Congresos de Cáceres aún no se ha utilizado para celebrar actividad alguna. Eso no pasaría de mera anécdota si dentro del edificio se ofreciera algo de interés. Porque recordemos que el Palacio de Congresos de Cáceres supuso el desembolso de una millonada. Bueno, de casi dos, ya que se construyó sobre el Auditorio, otro mamotreto que también había costado lo suyo hacía poco.
El caso es que, seamos sinceros, este inútil palacio de congresos se levantó por aquello de no ser menos que los demás. ¿Cómo iba a consentirse que Badajoz y Mérida tuvieran uno y, en cambio, Cáceres no? Pues nada, a gastarse un dineral en igualar al vecino. Más provinciano, imposible.
¿Alguien creía de verdad que iba a atraer al turismo de negocios y que iba a convertirse en un centro internacional de reuniones? Realmente, no se puede estar más ciego. O tener la cara más dura.
En definitiva, el carísimo Palacio de Congresos de Cáceres sólo sirve para que en él se programen actos de trazo grueso. Porque, si todo lo que se va a organizar aquí son actuaciones como la de Los Morancos, apaga y vámonos.
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