viernes, 26 de noviembre de 2010

José Luis Peixoto en el Aula José María Valverde


Desde luego, esta no es lo que se dice una buena foto. Pero es todo lo que dio de sí mi modesta cámara. Y puedo darme por contento. Porque me encontraba bien lejos (en la única silla libre que quedaba al fondo de la sala). El motivo de que todas las demás estuviesen ocupadas: la lectura que anoche realizó el escritor portugués Jose Luis Peixoto en el Aula literaria José María Valverde.
La lectura de Peixoto estuvo a la altura de sus libros; es decir, fue estupenda. Creo que demostró una categoría intelectual y una humildad poco comunes en el mundillo literario, tan dado a la proliferación de pavos reales.
Sin embargo, hubo por desgracia algún que otro detalle (ajenos al autor) que enturbió un tanto su espléndida charla.
El primero. Resulta muy desagradable tener que estar continuamente pendientes del reloj. Y es que las lecturas se celebran en el Palacio de la Isla (supongo que a instancias del ayuntamiento), donde los ordenanzas (y tienen todo el derecho) están locos por marcharse a casa. Vamos, que la cosa no puede alargarse demasiado. A mí me parece que andar con prisas cuando alguien ha venido de lejos a compartir lo que escribe resulta cuando menos descortés. Me acuerdo del Sande, donde nunca tuve la impresión de que nadie estuviese deseando que nos marchásemos.
El segundo. La sala estaba llena, es verdad. Y, sin embargo, sospecho que bastantes de los asistentes fueron simplemente a oír a un portugués hablando en su idioma. O sea, que Peixoto era casi lo de menos. Me pareció que muchos de los que componían el auditorio eran estudiantes o profesores de portugués que iban simplemente a congratularse de lo bien que lo entendían todo y a demostrar que lo hacían. De esos que preguntan sin preguntar, solo por el placer de oírse a sí mismos.
Por último, volví a echar de menos al puñado de buenos escritores que vive en Cáceres. No fue ninguno. Ni siquiera los antiguos directores del Aula. Los mismos que, antes, cuando eran ellos quienes la coordinaban, se lamentaban de la falta de público.
Se ve que las cosas se ven de manera distinta dependiendo del lado del estrado en el que se esté.

1 comentario:

  1. Ok, al menos había un asiento libre, el tuyo. Después de todo, de esa lectura lo único importante fue lo que supuso para ti. Tan importante el autor como el lector interesado en su obra. Autor y lector terminan siendo casos singulares, ejercicios de soledad apasionantes. Cara a cara, al leer, al escribir, no cabe nunca nadie. (Los otros acontecimientos, como el mal tiempo, son crónicos e inevitables).

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