viernes, 19 de noviembre de 2010

Paseo con (y entre) libros


Esta tarde, aunque llovía a ratos, he podido dar un paseo por el centro. Después de tanto coche de ida y vuelta a Mérida, ha sido relajante caminar durante casi dos horas.
Primera parada: la Librería Vicente. He entrado un rato a charlar con Sara, a echarle un vistazo a las novedades y a preguntarle qué tal van las cosas. Sé que su negocio pasa por un momento difícil. Sentiría mucho que alguien con su sensibilidad tuviese que verse obligada a cerrar la librería familiar. Confío en que se trate solo de una mala racha. De hecho, a pesar de las complicaciones, la encontré de buen humor y preparando la decoración del escaparate para estas navidades. No me resistí a hacerle una foto con las tres figuras de cartón que ha preparado. Sobre sendos camellos no viajaban Melchor, Gaspar y Baltasar, sino Mafalda, Tintín y Astérix. Mucho mejor. Dónde va a parar.
Luego seguí subiendo por la calle Pintores, San Juan, el Gran Teatro y Cánovas hasta llegar a otras dos librerías: Pléyades y Bujaco. En ambas lo nuevo en las secciones de poesía resultaba descorazonador. Casi todo eran títulos que habían obtenido tal o cual premio
: el ganador y el finalista del Gil de Biedma, el que se había llevado el Miguel Hernández, el recién galardonado con el Ojo Crítico ... Se ve que las editoriales a las que se supone una buena distribución ya no se arriesgan a sacar nada a no ser que el gobierno local o regional de turno costee la edición a través del certamen que toque en ese momento.
Por cierto, de los cuatro que he mencionado más arriba no sé cuál me pareció más flojo. Una pena. Cada vez tengo más claro que la verdadera poesía está en otra parte. Especialmente me costó entender el criterio que se ha escogido para otorgar el Ojo Crítico. El libro en cuestión había ganado con anterioridad el Adonáis. Y no cabe duda de que, por mucho que algunos periodistas miopes se empeñen en seguir repitiendo que se trata del galardón de poesía más prestigioso del país, ahora mismo el Adonáis no es ni sombra de lo que era. A mí, cuando lo leí hace unos meses, me pareció que era más de lo mismo, que no aportaba nada diferente. De hecho, creo que se queda en poesía correcta ... pero de hace cincuenta años. Vamos, que da la sensación de que el Adonáis está pensado para los epígonos de Claudio Rodríguez. Así que, cuando me enteré de a quién le habían dado el Ojo Crítico, reconozco que, aunque debería estar curado de espanto, me sorprendí. Y mucho.
Miro de nuevo la foto que le he hecho a Sara. A fin de cuentas, a Mafalda tampoco le gustaba la sopa.

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