Ayer fue un día agotador, pues, al viaje de cada mañana de Cáceres a Mérida, se sumó el que tuve que realizar por la tarde hasta Llerena para leer en el taller literario. Una paliza que me dejó exhausto. Confieso que lo hice porque me lo había pedido Elías Moro. Y yo a Elías no puedo decirle que no. Soy una persona huraña y, ya que cuento con tan pocos amigos, al menos debo cuidar a los que tengo.
Lo del taller resultó muy bien. Gente encantadora y sensible. Sin embargo, lo mejor fue comer con Elías, Lali y Sara (un millón de gracias) y conocer su casa.
Elías me enseñó la buhardilla en la que escribe y tiene su biblioteca. Un lugar mágico donde se respiraba literatura por todas partes.
Hace años, cuando Luis Felipe Comendador me mostró esa maravillosa cueva de Alí-Babá (sin ladrones) que tiene en la calle Colón de Béjar, sentí algo parecido. Liliput en estado puro.
Lo del taller resultó muy bien. Gente encantadora y sensible. Sin embargo, lo mejor fue comer con Elías, Lali y Sara (un millón de gracias) y conocer su casa.
Elías me enseñó la buhardilla en la que escribe y tiene su biblioteca. Un lugar mágico donde se respiraba literatura por todas partes.
Hace años, cuando Luis Felipe Comendador me mostró esa maravillosa cueva de Alí-Babá (sin ladrones) que tiene en la calle Colón de Béjar, sentí algo parecido. Liliput en estado puro.
A ver qué digo yo ahora sin que se me quede cara de tonto.
ResponderEliminarAcaso sólo darte las gracias por tu amistad, que fue un placer tu compañía, y pedirte disculpas por la paliza del martes.
Pero, vamos a lo que importa: ¿te gustó el ¿estofao"?
Un fuerte abrazo.