En la sociedad occidental, la juventud parece el único estado posible del ser humano. De ahí que, por ejemplo, la publicidad sólo muestre imágenes de personas sanas, sonrientes y, por descontado, jóvenes. La enfermedad es algo de mal gusto que le pasa a los demás. Igual que el paso del tiempo.
De unos años a esta parte, se ve que tampoco la poesía española ha sido capaz de librarse de semejante epidemia, pues no resulta infrecuente que los suplementos literarios y los jurados de más de un certamen presten toda su atención a fulanito o menganita únicamente por la circunstacia de tener pocos años, cuantos menos mejor. Aún recuerdo el caso de cierto jurado que, en la rueda de prensa posterior al fallo, admitía que el poemario premiado no era el más sólido de los presentados, pero que lo habían escogido como una apuesta de futuro. Y eso que los concursantes se supone que habían mandado sus trabajos bajo plica.
En fin.
Sin embargo, de vez en cuando sí que surgen voces nuevas que reúnen dentro de sí juventud y talento. Me vienen a la memoria nombres como los de David Yáñez, Juan Marqués, María Salgado o Sara Herrera Peralta.
Pues bien, hoy se suma a los cuatro anteriores otro: el de Laura Casielles.
A Laura Casielles la he visto una sola vez. Fue en mayo de 2009, en la feria del libro de Sevilla. Acompañaba a David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero, amistades que dicen mucho en su favor. Estuvimos apenas media hora juntos. Ella hablaba poco. Eso sí, no dejaba de sonreír.
Meses después le escribí para preguntarle si le quedaba algún ejemplar de Soldado que huye, el poemario que había publicado en Hesperya, una de esas editoriales que no llegan a Extremadura. Ella, amabilísima, me lo envío enseguida. Para mí fue un descubrimiento. Aquel libro, escrito por una veinteañera, no parecía, ni de lejos, la obra de una primeriza.
Acabo de leer Los idiomas comunes. Lo ha publicado Hiperión por haber ganado el premio Antonio Carvajal. Fabuloso. Parece mentira que Laura tenga veinticuatro años. Su poesía está repleta de madurez, sensibilidad y oficio.
Yo subrayo lo que me gusta con lápices de colores.
Y mi ejemplar de Los idiomas comunes, en muchas de sus páginas, no tiene nada que envidiar al arco iris.
Enhorabuena, Laura. Y gracias. Los lectores de poesía necesitamos más escritoras como tú.
De unos años a esta parte, se ve que tampoco la poesía española ha sido capaz de librarse de semejante epidemia, pues no resulta infrecuente que los suplementos literarios y los jurados de más de un certamen presten toda su atención a fulanito o menganita únicamente por la circunstacia de tener pocos años, cuantos menos mejor. Aún recuerdo el caso de cierto jurado que, en la rueda de prensa posterior al fallo, admitía que el poemario premiado no era el más sólido de los presentados, pero que lo habían escogido como una apuesta de futuro. Y eso que los concursantes se supone que habían mandado sus trabajos bajo plica.
En fin.
Sin embargo, de vez en cuando sí que surgen voces nuevas que reúnen dentro de sí juventud y talento. Me vienen a la memoria nombres como los de David Yáñez, Juan Marqués, María Salgado o Sara Herrera Peralta.
Pues bien, hoy se suma a los cuatro anteriores otro: el de Laura Casielles.
A Laura Casielles la he visto una sola vez. Fue en mayo de 2009, en la feria del libro de Sevilla. Acompañaba a David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero, amistades que dicen mucho en su favor. Estuvimos apenas media hora juntos. Ella hablaba poco. Eso sí, no dejaba de sonreír.
Meses después le escribí para preguntarle si le quedaba algún ejemplar de Soldado que huye, el poemario que había publicado en Hesperya, una de esas editoriales que no llegan a Extremadura. Ella, amabilísima, me lo envío enseguida. Para mí fue un descubrimiento. Aquel libro, escrito por una veinteañera, no parecía, ni de lejos, la obra de una primeriza.
Acabo de leer Los idiomas comunes. Lo ha publicado Hiperión por haber ganado el premio Antonio Carvajal. Fabuloso. Parece mentira que Laura tenga veinticuatro años. Su poesía está repleta de madurez, sensibilidad y oficio.
Yo subrayo lo que me gusta con lápices de colores.
Y mi ejemplar de Los idiomas comunes, en muchas de sus páginas, no tiene nada que envidiar al arco iris.
Enhorabuena, Laura. Y gracias. Los lectores de poesía necesitamos más escritoras como tú.
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