sábado, 17 de enero de 2009
Una caja para meter ideas
Hoy cumplo treinta y siete años. Los suficientes como para que las bases de los concursos de poesía joven lo excluyan a uno de manera definitiva. Debe de ser por hechos como ése por los que nos damos cuenta de que realmente la vida iba en serio. Cuando era adolescente y no me dejaban entrar en ciertos sitios (a ver, el carnet), quedaba el consuelo de que, tarde o temprano, cumpliría dieciocho y, entonces, no habría local que se resistiese. Ahora la sensación es parecida. Con la única diferencia de que en este caso el tiempo no me traerá la llave de ciertas cerraduras, porque es justo el tiempo el que las ha sellado todas.
Pongo sobre la mesa lo que me han regalado (seguro que sin merecerlo): unos guantes de piel marrón, un neceser de viaje y un juego de café. Manu dice que mañana me va a dar una caja para meter ideas.
Las tazas y los platillos para el café son de las que me gustan (cómo se nota que ha sido idea de Chose, que me conoce mejor que nadie). Un diseño setentón digno del mismísimo Tony Manero. Nos vendrán de perlas. Desde que empezó el año estamos como locos con la nueva cafetera (una de esas modernas de cápsulas, de las que salen en el anuncio de George Clooney) que nos han traído los desacralizados reyes magos. Se ve que al pijo de Papá Noel la única cafeína que le va es la de la Coca-Cola.
La felicitación de Irene consistió en hacerme reír probándose las gafas de sol de su madre y poniendo caras raras delante de la cámara.
Muy raras.
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Felicidades, hermano... y un besillo a todos esos bichitos que te rodean.
ResponderEliminarEy, qué pena no haberlo sabido a tiempo.
ResponderEliminarFelicidades entonces.
Qué encanto de foto la de los zapatos, y la nena... qué mona, jesús
Un besote