En varias ocasiones he hablado de lo importante que fue para el desarrollo cultural de esta región que aquella generación de poetas encabezada por Ángel Campos y Álvaro Valverde se quedase a vivir y a trabajar en Extremadura. Ellos sirvieron de motor para que una tierra que hasta entonces era un yermo en el ámbito artístico empezase a aparecer en el mapa. A ellos hay que agradecerles, por ejemplo, la creación de las aulas literarias o que por aquí se pasasen escritores de primera fila para realizar lecturas o presentar libros.
Irene Albert
Victor Martín Iglesias
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, estoy comenzando a tener la sensación contraria; es decir, que los jóvenes escritores extremeños de mayor talento se ven obligados a marcharse de esta tierra. Esta semana, por ejemplo, he podido leer Setenta y cuatro días sin mí, el estupendo poemario que acaba de publicar Francisco Fuentes en la Editora. El sobre en el que me llegó el libro traía remite de Madrid, donde vive su autor. También en Madrid residen Víctor Martín Iglesias y Miguel Casasola. En Barcelona lo hacen Álex Chico y Francisco José Najarro. En Zaragoza, David Yáñez. Y en Salamanca, Irene Albert. El único que, de momento, resiste aquí es Víctor Peña. Aunque, con lo de la reducción de profesores en la enseñanza pública, me consta que también está tratando de buscarse las habichuelas fuera.
Álex Chico
Miguel Casasola
Espero que se trate de algo pasajero y que estos y otros jóvenes artistas que estoy seguro de que irán surgiendo elijan quedarse en Extremadura para vivir y crear. En otros lugares no haría tanta falta o no tendría tanta importancia, porque se irían unos y vendrían otros. Pero aquí cada talento que se nos escapa supone una pérdida enorme.
David Yáñez