sábado, 31 de enero de 2009
EDITA
Me hace ilusión, ya que Antonio y yo iremos por primera vez. Tengo ganas de aprender de la gente que lleva en esto de la edición mucho más tiempo que nosotros. Aprender, aprender. Y dar a conocer un poco más el proyecto de Littera Libros. Mal que les pese a los del 2016 de marras.
Para variar, nos hacen más caso fuera que dentro de Extremadura.
Me servirá además para volver a ver a amigos como Antonio Orihuela, Antonio Gómez, Ferrán Fernández o David Moreno.
En fin, que estoy deseando que llegue la primavera. A ver si es verdad que me altera un pelín la sangre.
La bolsita de té
Y, sí, es cierto que Arthur Bush siempre pidió que lo incinerasen. Lo que ya no estaba tan claro, al menos nadie creía habérselo oído decir, era que deseara que su viuda usase sus cenizas para hacerse, todas las tardes, por muy a las cinco en punto que fuesen, una infusión con ellas.
viernes, 30 de enero de 2009
Punto (y) aparte
Llevo además dos años seguidos con un horario nefasto que me obliga pasarme en Mérida unas cuantas horas muertas. La de los jueves al menos la aprovecho para darme un garbeo por las librerías. Me gusta, sobre todo, Punto aparte. María, su dueña, siempre de buen humor, se queja (resignada) de aquel desorden de cajas sin abrir, novedades por colocar y libros revueltos y revolviéndose. A mí su librería me encanta, entre otras cosas, precisamente por eso, por ese caos que la convierte en un lugar verdaderamente humano, un espacio a medio hacer y jamás hecho por completo.
Cuando le pedí que sonriese para la foto, no tuvo que esforzarse.
jueves, 29 de enero de 2009
Elena Román
A propósito de los cuerpos es una joya que con el tiempo (no me cabe la menor duda) se va a convertir en una pieza de coleccionista. De su autora oiremos hablar dentro de unos años, cuando alguna editorial potente se de cuenta de una vez por todas de la altura de su escritura. Mientras tanto, disfrutamos de ella todos aquellos que hemos tenido el privilegio de leer estos cuentos repletos de inteligencia y oficio.
martes, 27 de enero de 2009
Yo candidato, tú candidatas. él candidata, nosotros candidatamos, vosotros candidatáis, ellos se quedan con la candidatura.
Y es que me parece mentira que Antonio y yo tengamos que estar como pedigüeños mendigando cuatro perras con las que sostener un proyecto literario (que digo yo que también será cultura) cuya sede (recordémoslo) está en Extremadura.
En los últimos dos años me he entrevistado cuatro veces con cuatro personas distintas que representaban (al menos en ese momento) al consorcio de Cáceres 2016. Llegué incluso a tener un documento (con presupuesto aprobado y todo) por el que se comprometían a costear los primeros números de Litteratos. Pues bien, al final, nada de nada.
En el plano literario, la inversión de la candidatura cacereña no llega ni a diminuta. Repasemos: se retiró la asignación con la que se ayudaba a publicar los cuadernillos del Aula José María Valverde. De modo que (supongo que para compensar) se decidió sufragar un libro-disco de un antiguo dirigente de una caja de ahorros repleto de sonetos en los que se alababa a la capital de la provincia. O se subvencionaba un volumen de artículos de un columnista local cuyo título no necesita comentario alguno: El pez colorao.
¡En qué estarán pensando los de la candidatura de Córdoba! ¿Cosmo qué?
lunes, 26 de enero de 2009
domingo, 25 de enero de 2009
Excursión a Béjar
Como de costumbre, comimos en Hervás, aunque me tuve que conformar con hacerlo en la hospedería porque en El Almirez, un restaurante de ensueño donde la cocina es fabulosa, no hay zona para los que no fumamos. Y eso si se va con niños es esencial.
En fin. Que ni punto de comparación. Eso sí, cuando terminamos, para desquitarme fuimos a la librería Las Flores. Las Flores es un local que cuesta imaginarse en un pueblo pequeño.
En la entrada se encuentra la barra, en la que se puede tomar una caña y un pincho mientras se lee en el servilletero una reseña literaria o se le echa un vistazo a las novedades de poesía.
Al fondo hay una zona con mesas, sillas y toda clase de juegos de mesa, revistas y libros a disposición de los clientes. Vamos, un lujo.
Una vez que renovamos las existencias que se le habían agotado desde la última visita (en Las Flores se pueden encontrar todos nuestros títulos), cogimos el coche para subir al Puerto de Béjar.
Lo dicho: que a mí ver esas montañas llenas de nieve me pone de un humor excelente.
Béjar. Hay que seguir el cartel en el que pone Centro ciudad. El camino me lo sé de memoria: el parque, la calle Colón y la plaza de Armas. Aquí es. Debajo del restaurante Piel de Toro: AGH Impresores.
A pesar de que hoy nadie trabaja en la imprenta (es sábado por la tarde), sé que Luis Felipe está dentro. Pulso el timbre. Tarda un ratillo en abrir. Las llaves en la cerradura. Su barba sonriéndonos desde dentro.
Un abrazo. Y dos. Acto seguido nos enseña los libros. Han quedado preciosos. Un continente magnífico para un contenido de primera. El poemario de Guichard es de lo mejor que se va a publicar este año en España. Que se fastidien los hiperiones y los visores.
Nos tomamos un café rápido con Luis Felipe en Piel de Toro. Luis Felipe, aparte de un amigo verdadero, es una de las personas más generosas que conozco. Se lo dije cuando nos despedíamos: estar a su lado lo vuelve a uno más humano. Por eso me dolió notarlo muy preocupado por cómo iban las cosas en la imprenta.
Antes de irnos, se acercó al coche para saludar a Chose. Había tenido que quedarse con Irene, que había decidido dormir una siesta de casi tres horas.
Por cierto, Manu y Javi se volvieron a casa eufóricos con una bolsa de animales de plástico cada uno. Espero que se acuerden cuando sean mayores de ese señor tan simpático y sonriente que vivía en aquel lugar donde hacía tanto frío.
viernes, 23 de enero de 2009
Las balas del Cangrejo Pistolero
Para aquel que quiera comprobar qué tipo de espectáculo se organiza allí puede visitar las páginas cangrejopistolero.blogspot.com y lasnochesdelcangrejo.blogspot.com. Pasen y vean.
Gonçalo Tavares en el Aula José María Valverde
Cuando concluyó la lectura, aguardé a que acabase el capítulo de firmas y dedicatorias de rigor para acercarme a él y darle recuerdos de parte de Ruy. En cuanto oyó el nombre de nuestro amigo la sonrisa se le hizo aún mayor. Hablamos de otros escritores portugueses y, poco tiempo después, aprovechando que le había llevado (para regalárselo) un ejemplar del poemario que hace un año le sacamos a Valter Hugo Mae, me lancé (en mí se cumple lo de que la ignorancia es atrevida) y le dije que nos encantaría publicar algo suyo en Littera.
Mientras se lo proponía cruzaba los dedos dentro del bolsillo del abrigo.
El hecho de que aceptase de inmediato confirmó su generosidad y modestia. Porque que alguien de tanto prestigio tanto en Portugal como en España (donde nada menos que Siruela publica la mayor parte de su obra) esté dispuesto a sacar un libro en una editorial liliputiense como la nuestra corrobora una vez más que los verdaderos sabios son sinceramente humildes.
Volví a casa eufórico, con la música del coche más alta que de costumbre y loco por llamar a Antonio para contarle lo del fichaje que acabábamos de conseguir.
miércoles, 21 de enero de 2009
Nudos
Debe de ser ésa la razón por la que hay nudos que se aflojan casi solos.
Y nudos que sólo se deshacen si se cortan.
martes, 20 de enero de 2009
Los poetas pesados cumplen un año
¿Qué pretendían? ¿Qué buscaban con aquella especie de performance?
Cuando le he preguntado a David alguna vez por este asunto, él siempre me ha respondido que se trataba de un ejercicio de catarsis y provocación. ¿Qué ocurre en la poesía española para que cuatro poetas se vean obligados a zurrarse (y no en sentido metafórico)?
Mientras le doy vueltas, dejo aquí las normas que rigieron aquella memorable velada. Me parece que las redactó Fabio de la Flor. No tienen desperdicio.
NORMAS DEL COMBATE
1. El combate será a 3 asaltos de 2 minutos cada uno, siguiendo las reglas del boxeo aficionado.
2. En su esquina cada peleador contará con la asistencia de un(a) entrenador(a), que podrá tirar la toalla, hablar en latín o llegar a acuerdos económicos con el árbitro o los apostadores presentes.
3. Tres jueces de onerosa y reconocida experiencia serán elegidos por el comité. Ellos designarán al ganador de cada combate mediante el sistema que consideren conveniente.
4. El ganador recibirá fama y fortuna eternas, joyas y oropeles, pieles y champán, noches interminables de lujuria y perversión, animales domésticos varios, y la posibilidad de retar públicamente al poeta que más desprecie.
5. Los perdedores serán consolados por jóvenes valkirias de la poesía venidas a menos.
6. Se acatará la palabra del árbitro como si fuera la de Dios mismo y no estarán permitidos los sobornos menores a la cuantía estipulada por el árbitro.
7. Durante el combate no estará permitido escupir, morder o tirar del pelo, tal y como los combatientes están acostumbrados a hacer en sus poemas.
8. Por la boca de los poetas sólo podrán salir sangre o dientes durante el combate. En el momento en que una sola palabra poética sea pronunciada por un combatiente, este será descalificado con deshonra.
9. Quién consiga hacer que el contrincante no vuelva a recitar con fluidez gana el combate.
10. No está permitido introducir ningún objeto dentro de los guantes salvo que previamente se haya llegado a un acuerdo económico con el árbitro. Los objetos de índole supersticiosa e inofensiva quedan exentos.
11. En caso de que uno de los combatientes fallezca en el transcurso de la pelea, se compromete a donar su cuerpo a la ciencia-ficción.
12. Si un aspirante abandonara el combate en el último momento o se negara a pelear, Tony el dedos suaves se encargará de alentarle con palabras de ánimo, invitarle a tomar algo, decirle que se le acerca a casa, y liquidarle limpia y discretamente en un lugar apartado.
13. El público, por mucho que lo desee, no podrá golpear, arrojar objetos, besar ni follarse a los poetas mientras dure el combate, sólo mientras dure el combate.
La princesa precavida
En la parte más secreta del jardín, la princesa había mandado levantar un invernadero con un estanque dentro.
Y una advertencia fuera.
Que nadie excepto ella podía entrar en aquel lugar.
Allí la muchacha pasaba horas y horas en silencio, dedicada pacientemente a la cría de ranas en cautividad.
Por si las moscas.
lunes, 19 de enero de 2009
El ultimatum de Antonio
Tomo nota.
Baile del Sol
Este título demuestra lo dicho arriba. Se trata de uno de los poemarios más intensos y sugerentes del año pasado. Su autora, Déborah Vukusić (vukusic.blogspot.com), una joven medio croata medio gallega (a la que, por cierto, estoy tratando de convencer para que saque su próximo libro con nosotros) que se ha estrenado con un primer trabajo estremecedor. En él, hurga en sus conflictos familiares con la guerra de la antigua Yugoslavia (y sus consecuencias) presente en casi todos los versos. Además, en este caso la calidad y el éxito (y vaya si me alegro) se han dado juntos, ya que, al parecer, la primera edición está a punto de agotarse. Cosa nada habitual en el reino liliputiense de la poesía.
domingo, 18 de enero de 2009
El Buscón
Su dueño, Antonio, es un ejemplo de lo que debe ser un librero. Conoce al dedillo el género que vende, es un lector fino y está atento a cualquier recomendación que se le haga. De hecho, así, poco a poco, ha logrado que en su local se encuentren títulos de editoriales minoritarias pero con catálogos jugosísimos.
El otro día me contaba que andaba algo preocupado con la organización de la próxima feria del libro. Según parece, este año el ayuntamiento ha decidido dar de lado al gremio de libreros (que son los que a la postre dan el callo) e imitar el modelo de feria que se celebra en Badajoz; esto es, gastarse cerca de ciento ochenta mil euros (que fue lo que costó la última edición) para que el grupo Planeta traiga a sus famosillos a llevárselo en crudo.
Esperemos que el ayuntamiento se avenga a razones y deje que los que saben se encarguen de todo.
O eso o si no que por lo menos se obligue (por contrato) a Boris Izaguirre a cerrar la presentación de su futura última novela bajándose los pantalones.
El colador
sábado, 17 de enero de 2009
Los Barruecos
Esta tarde hemos ido a Los Barruecos, un lugar de piedra y enigma que se encuentra apenas a once kilómetros de Cáceres. Los días que, como hoy, sale el sol, pasear por allí aporta un poco de sosiego a esta existencia como de prestado que llevamos de unos años a esta parte (cuando se vive con niños, uno comprende muy pronto que el protagonismo pasa en exclusiva a ser suyo y de sus necesidades más que inmediatas).
No me extraña que Wolf Vostell (de cuyo soberbio museo hablaré en una futura entrada) lo eligiera para levantar en él (aprovechando la restauración del antiguo lavadero de lanas) un centro de arte contemporáneo dedicado a su obra.
Y es que no resulta muy habitual encontrarse con tanto que ver en un mismo espacio: los referidos lavadero y museo, un embalse, pinturas rupestres, rocas de granito que parecen venidas de otro planeta, docenas de nidos de cigüeñas …
Y, sobre todo, el silencio.
Un silencio prehistórico. Denso. Imponente.
Chose me sonreía mientras le daba el pecho a la niña (tiene veintiún meses) sentada en una roca.
Que terminó un poco antes de que el sol se pusiera por completo y decidiésemos terminar la excursión (ya en Cáceres) con un chocolate con churros en Olqui, un local pequeño y acogedor donde se tiene la sensación de que el ajetreo y las prisas quedan detrás de los ventanales empañados y el calor en las manos al coger la taza.
De trashumancias y trashumantes
El diseño de sus títulos es imaginativo y fresco. Y su catálogo, personal y arriesgado. Se encarga de mantenerla a flote David Moreno, un riojano que vive desde hace años en Valencia, uno de esos benditos locos que gasta su energía y su dinero en publicar la poesía que a él le gusta, sin importarle si el autor es más o menos conocido.
Si tenéis un rato, echadle un vistazo a su página (www.edicionestrashumantes.com). Merece la pena.
La virginidad
- Lo de la virginidad está bien. Lo único, que conoces a menos gente.
Una caja para meter ideas
Hoy cumplo treinta y siete años. Los suficientes como para que las bases de los concursos de poesía joven lo excluyan a uno de manera definitiva. Debe de ser por hechos como ése por los que nos damos cuenta de que realmente la vida iba en serio. Cuando era adolescente y no me dejaban entrar en ciertos sitios (a ver, el carnet), quedaba el consuelo de que, tarde o temprano, cumpliría dieciocho y, entonces, no habría local que se resistiese. Ahora la sensación es parecida. Con la única diferencia de que en este caso el tiempo no me traerá la llave de ciertas cerraduras, porque es justo el tiempo el que las ha sellado todas.
Pongo sobre la mesa lo que me han regalado (seguro que sin merecerlo): unos guantes de piel marrón, un neceser de viaje y un juego de café. Manu dice que mañana me va a dar una caja para meter ideas.
Las tazas y los platillos para el café son de las que me gustan (cómo se nota que ha sido idea de Chose, que me conoce mejor que nadie). Un diseño setentón digno del mismísimo Tony Manero. Nos vendrán de perlas. Desde que empezó el año estamos como locos con la nueva cafetera (una de esas modernas de cápsulas, de las que salen en el anuncio de George Clooney) que nos han traído los desacralizados reyes magos. Se ve que al pijo de Papá Noel la única cafeína que le va es la de la Coca-Cola.
La felicitación de Irene consistió en hacerme reír probándose las gafas de sol de su madre y poniendo caras raras delante de la cámara.
Muy raras.
jueves, 15 de enero de 2009
Luis Felipe Comendador
La semana que viene subiremos Antonio (Reseco) y yo a Béjar para recoger los ejemplares del poemario que acabamos de sacar en su imprenta. El autor es Luis Arturo Guichard, un escritor mejicano que da clases en la universidad de Salamanca. El libro es de lo mejor que he leído en mucho tiempo, aunque, por desgracia, la crítica (debido a que lo sacaremos nosotros, es decir, una editorial microscópica) no le prestará la atención que merece. Ellos se lo pierden. Porque, por mucho que se empeñen en no querer verlo, dentro de poco se convertirá en un título de culto. No tengo ninguna duda de ello.
Béjar.
La imprenta del mago Luis Felipe Comendador.
A finales de 2005 fuimos a pasar allí un fin de semana. Queríamos que Manu conociese la nieve. Fue muy divertido. Desde pequeño Manuel ha demostrado tener puntería. Recuerdo que un servidor era su blanco favorito cuando jugábamos a que nos tirase el pañal que le acabábamos de quitar. Acertaba casi siempre. Pues esa mañana lo mismo, pero con bolas de nieve. Qué tío. No fallaba una.
Nos reímos.
La tarde la dedicamos a dar un paseo por el centro del pueblo. Faltaban un par de noches para fin de año.
Una calle peatonal.
Tiendas.
Chose se compró un gorro y unos guantes.
A Manu le hicimos una foto junto a un Papá Noel de plástico al que le llegaba por la cintura.
Yo había curioseado en un par de librerías que no tenían mala pinta. No encontré nada que mereciera la pena. Pregunté por algún título de Luis Felipe Comendador, del que lo único que sabía era que había publicado en Visor y que era de Béjar. Me respondieron que, casualmente, suyo en ese momento no tenían nada. Que si quería que me los podían pedir.
Déjelo, no hace falta.
Di las gracias.
Me marché.
Resignado a no traerme ningún trofeo de aquel viaje (el safari literario es mi deporte preferido), me fijé en el escaparate de una papelería en cuya puerta había un expositor cargado de periódicos y revistas del corazón. Detrás del cristal, entre estuches, manuales y demás material escolar, vi un par de libros (la portada un tanto gastada por el sol) con el logotipo de una editorial de la que no había oído hablar en la vida: El árbol espiral.
Decidí entrar. La papelería apenas se reducía a una habitación con estantes donde se ordenaba todo tipo de lápices y bolígrafos.
Me dije a mí mismo que allí no iba a encontrar nada. En fin. Ya puestos, preguntaremos. Por si las moscas.
Atendía un señor con más apariencia de dependiente de ultramarinos que de librero: bajito, delgado, calvo, bigote recortado, gafas de pasta color carne y pantalones de tela con raya en medio.
Estuve a punto de darme la vuelta aprovechando que un chico delante de mí lo tenía entretenido con el fascículo de esa semana de un coleccionable de informática.
Pero me tocó.
¿Puedo ayudarle?
Lo que vino después me estuvo bien empleado. Menuda cura de humildad. Para que vuelva uno a fiarse de las apariencias.
Resultó que aquel señor con aspecto de tendero me puso a prueba. O eso me pareció. Cuando le pregunté, así, en general, si tenía libros de poesía, señaló hacia los cuatro o cinco (las típicas antologías y romanceros) que acumulaban polvo en los anaqueles. En cambio, cuando me interesé por los libros del escaparate y mencioné el nombre de Luis Felipe Comendador, su rostro cambió por completo.
Sin mediar palabra, fue a la trastienda y regresó con un montoncito de libros. Maravillosos. Editados con gusto y mimo. El tipo de papel, las cubiertas, la tipografía. El hallazgo cobró aún más valor al descubrir entre aquellos volúmenes (casi todos de poesía) a autores como Antonio Orihuela, Jorge Riechmann o Gonzalo Santonja.
Una vez que el librero se percató de que algo entendía de literatura, volvió a visitar la misteriosa trastienda un par de ocasiones más. Otros dos montones. El tesoro de Alí-Babá. Revistas, novelas, poemarios diminutos, colecciones de cuentos … Todos con el mismo sello (lf ediciones), ramificado en tres colecciones: El árbol espiral, Los libros del consuelo y La viuda alegre.
Le compré el lote entero.
Luego me explicó que lf ediciones era el nombre de la editorial del propio Luis Felipe. Añadió que en la calle Colón (¿conoces algo Béjar?) tenía una tienda de comercio justo donde seguramente podría encontrar otras cosas.
Me despedí de él dándole las gracias por enésima vez. Miré el reloj. Las tiendas estaban a punto de cerrar. Corrí intentando llegar a la dirección que me había indicado. No la encontré.
No importaba. Me prometí que volvería con más calma.
Y lo hice.
Cinco meses después.
En abril.
Fuimos con Sole y Nuria. Nuria, que estaba en clase de Manu, no había visto nunca la nieve. Me da la impresión de que su madre tampoco.
Al llegar al pueblo, me bajé. Quedamos en que ellas subirían a
Colón 26.
Me había aprendido la dirección de memoria. Confieso que iba algo nervioso. El pulso acelerado.
Había que fijarse bien, porque el cartel de la tienda era muy pequeño, de ésos de los que en el portal de un bloque de pisos informa de que en la segunda planta pasa consulta el doctor fulano de tal.
Dentro había dos chicos negros tecleando en un ordenador que, al verme, me preguntaron qué deseaba. Mencioné el nombre de Luis Felipe. Respondieron que llegaría enseguida.
Dicho y hecho.
Luis Felipe me recibió como si me conociera de toda la vida, cuando yo sólo le había escrito un par de correos electrónicos para felicitarle por la forma en que editaba.
Cariñosísimo.
Te los presento. Éstos son Yusuf y Malik.
Unas escaleras conducían al sótano de la tienda.
Bajamos.
Impresionante. Creo que no cerré la boca en ningún momento.
El sótano parecía un desván, ya que en él se abría un ventanal enorme que proporcionaba mucha luz. Costaba caminar sin tropezar con alguna caja llena de libros. Apenas quedaba espacio libre. Apoyados en la paredes, había miles de números de una especie de periódico local. En los huecos, clavados con chinchetas, carteles que informaban de la lectura de poetas (Luis Alberto de Cuenca, Jorge Riechmann) que habían pasado por aquel lugar.
De cada una de las cajas, Luis Felipe sacaba un ejemplar (el siguiente más hermoso si cabe que el anterior) hasta que llenó varias bolsas.
Quise pagarle todo aquello. Pero se negó. Debió de regalarme cerca de sesenta libros.
A continuación me mostró la habitación en la que escribía: una mesa repleta de papeles amarilleados, tubos abiertos de pintura, una Olivetti que ya no usaba y dos banderillas (de verdad) clavadas en una especie de pisapapeles. Del techo colgaban la bandera comunista y la republicana. En uno de los estantes, presidiendo, una foto de Antonio Gómez.
Ora pro nobis.
Una hora después, estaba sentado en uno de los bancos del parque, esperando a que Chose me recogiera. A mi lado tenía cuatro bolsas de plástico de las que no dejaba de sacar joyas. Tenía la sensación de estar en el centro del mundo. Me encontraba incluso un poco mareado, como borracho.
Lo de menos fue terminar con los dedos llenos de polvo.
La música y sus intérpretes
Editorial Delirio
Hace una semana, Fabio de la Flor me envió los dos primeros títulos de la colección de poesía que acaba de estrenar. Lo primero que llama la atención en ellos es su diseño: cuadrados, de bolsillísimo y con unas portadas llamativas. A ello se une que los autores que firman los poemarios son dos escritores de los de verdad: Ben Clark y Gonzalo Escarpa.
Los buenos lectores de poesía no deberían perdérselos. Sobre todo en una época en la que las editoriales comerciales (en el peor sentido de la palabra) distribuyen (eso sí, magníficamente) catálogos repletos de mediocridades. En fin. Pero no hay que desanimarse. Recordemos que, cuando Gulliver despertó en aquella playa, se dio cuenta de que cientos de diminutas cuerdas le impedían ponerse en pie. Larga vida a los liliputienses.
miércoles, 14 de enero de 2009
Semillas
Alabada sea la Virgen María, madre y señora nuestra.
Primero probó, tumbándose en él, la comodidad del colchón.
Luego, sin dejar de sonreír, puso sábanas limpias.
Y, por último, mientras mullía la almohada, escondió en el relleno unas cuantas semillas.
Esa noche el muchacho, cuando cayese rendido por el cansancio, soñaría con árboles cuyos frutos tienen el sabor blanco del pecho de las doncellas.