Falta un mes para las elecciones. Hace un año el PP ni siquiera habría
soñado con tener las posibilidades de ganar con las que cuenta en estos
momentos. La jugada, hay que reconocerlo, le ha salido perfecta. Porque
resulta increíble que, después de todo lo que ha pasado y de todo lo que se
ha sabido, siga con opciones de sobrevivir como partido político.
Y decía que todo se ha desarrollado mejor de lo que ellos esperaban porque la única fuerza que de verdad llegó a preocuparles, la que nació como consecuencia del 15M, a estas alturas está completamente controlada. Aquel movimiento podía haberse convertido en el germen de la verdadera transición española, podía haber creado un sistema nuevo en el que la democracia fuese real y no una palabra que cada vez significa menos cosas.
Hasta ahora, todos los partidos han dibujado las mismas estructuras jerárquicas. Y eso a la gente normal nos había producido un desánimo absoluto. ¿Para qué votar, para qué implicarse si nada va a cambiar? Y es que el llamado "aparato" de los partidos en la práctica era un engranaje que trituraba cualquier posibilidad de participación y lo fiaba todo a la voluntad de las cúpulas.
Y entonces surgió Podemos.
Por fin parecía que los de abajo íbamos a contar, que se nos iba a tener en consideración, que podíamos hacer algo para modificar la receta del pastel. Sin embargo (todos lo hemos ido viendo), Podemos ha terminado convirtiéndose en un partido más. Podemos ha terminado domesticado por el sistema. Y eso es algo que creo que sus dirigentes no han querido (o no les ha interesado) admitir. La fuerza de Podemos se basaba precisamente en que proponía una manera distinta de resolver los problemas, no en crear otro partido que cayese en los vicios de siempre.
Falta un mes para las elecciones y el poder nos tiene justo como quería: desanimados y divididos. Por un lado están PP, PSOE y Ciudadanos: el mismo perro con tres collares distintos; por otro, Podemos e Izquierda Unida. Alberto Garzón es, de largo, el mejor político español de la actualidad. Por desgracia, parece condenado, como ya le ocurrió a Julio Anguita, a ser un ejemplo de honradez que nunca conseguirá que se le tome realmente en serio. En cuanto a Podemos, me parece que la ambición de sus dirigentes nos va a costar carísima a todos. Y que conste que dentro de Podemos hay gente muy válida y trabajadora. Pero es que tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Hace unas semanas, en una entrevista que concedió a una cadena de televisión, Manuela Carmena afirmaba que Ana Botella (su antecesora en el cargo) había hecho cosas buenas. Y que eso había que reconocerlo. Porque, añadía, "lo importante es que se hagan bien las cosas sin importar quién las haga". Ésa es la visión generosa que el equipo de Pablo Iglesias no ha tenido. Y es que no se sostiene que se repitiera que la capacidad de decisión la tenían los círculos (es decir, la gente) y, a la hora de la verdad, se ha hecho lo que el secretario general y los suyos han establecido.
Tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Ojalá Podemos e Izquierda Unida tengan la suerte que, a pesar de todo, merecen, aunque me temo que el sistema les ha metido en los bolsillos la suficiente cantidad de piedras como para que no lleguen muy lejos.
Y decía que todo se ha desarrollado mejor de lo que ellos esperaban porque la única fuerza que de verdad llegó a preocuparles, la que nació como consecuencia del 15M, a estas alturas está completamente controlada. Aquel movimiento podía haberse convertido en el germen de la verdadera transición española, podía haber creado un sistema nuevo en el que la democracia fuese real y no una palabra que cada vez significa menos cosas.
Hasta ahora, todos los partidos han dibujado las mismas estructuras jerárquicas. Y eso a la gente normal nos había producido un desánimo absoluto. ¿Para qué votar, para qué implicarse si nada va a cambiar? Y es que el llamado "aparato" de los partidos en la práctica era un engranaje que trituraba cualquier posibilidad de participación y lo fiaba todo a la voluntad de las cúpulas.
Y entonces surgió Podemos.
Por fin parecía que los de abajo íbamos a contar, que se nos iba a tener en consideración, que podíamos hacer algo para modificar la receta del pastel. Sin embargo (todos lo hemos ido viendo), Podemos ha terminado convirtiéndose en un partido más. Podemos ha terminado domesticado por el sistema. Y eso es algo que creo que sus dirigentes no han querido (o no les ha interesado) admitir. La fuerza de Podemos se basaba precisamente en que proponía una manera distinta de resolver los problemas, no en crear otro partido que cayese en los vicios de siempre.
Falta un mes para las elecciones y el poder nos tiene justo como quería: desanimados y divididos. Por un lado están PP, PSOE y Ciudadanos: el mismo perro con tres collares distintos; por otro, Podemos e Izquierda Unida. Alberto Garzón es, de largo, el mejor político español de la actualidad. Por desgracia, parece condenado, como ya le ocurrió a Julio Anguita, a ser un ejemplo de honradez que nunca conseguirá que se le tome realmente en serio. En cuanto a Podemos, me parece que la ambición de sus dirigentes nos va a costar carísima a todos. Y que conste que dentro de Podemos hay gente muy válida y trabajadora. Pero es que tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Hace unas semanas, en una entrevista que concedió a una cadena de televisión, Manuela Carmena afirmaba que Ana Botella (su antecesora en el cargo) había hecho cosas buenas. Y que eso había que reconocerlo. Porque, añadía, "lo importante es que se hagan bien las cosas sin importar quién las haga". Ésa es la visión generosa que el equipo de Pablo Iglesias no ha tenido. Y es que no se sostiene que se repitiera que la capacidad de decisión la tenían los círculos (es decir, la gente) y, a la hora de la verdad, se ha hecho lo que el secretario general y los suyos han establecido.
Tenía que haber sido otra cosa, merecíamos que hubiese sido otra cosa.
Ojalá Podemos e Izquierda Unida tengan la suerte que, a pesar de todo, merecen, aunque me temo que el sistema les ha metido en los bolsillos la suficiente cantidad de piedras como para que no lleguen muy lejos.