El nivel de la feria del libro de Cáceres lleva años empobreciéndose edición tras edición. Pero en la de 2016 creo que se ha tocado fondo.
Hagamos memoria. La feria la creó el Gremio de Libreros de Cáceres, que consiguió confeccionar carteles muy interesantes en los que, por ejemplo, figuraban nombres como los de Andrés Trapiello o Javier Cercas. Luego el ayuntamiento se ofreció a echar una mano, aunque el resultado de aquella colaboración es que, unos cuantos años más tarde, de la organización se encargaba la Institución Ferial de Cáceres (IFECA), un organismo que gestiona todas las ferias que se celebran en la ciudad, desde la de la tapa o los dulces conventuales hasta la de los tiovivos y las casetas. Sin embargo, y lo digo con toda humildad, no pueden ser lo mismo. Y no es cuestión de jerarquías, sino de saber lo que uno se trae entre manos. IFECA no tiene la culpa. Me consta que sus trabajadores hacen lo que pueden. Lo que sucede es que una o dos personas no tienen por qué saber de todo. Y una cosa es la pura gestión económica y administrativa y otra bien distinta ser capaz de construir un programa atractivo.
Llegados a este punto (seamos realistas: tenemos una feria del libro de tercera) habría quizá que plantearse una de estas dos salidas: o convertimos la de Cáceres en una verdadera feria del libro o casi mejor que desaparezca.
En su momento, el Gremio de Libreros elaboró una normativa repleta de sensatez. Porque parece más que razonable que no se puedan presentar libros que ya se han presentado en la ciudad (algunos apenas una semana antes) o que las actividades de una sola editorial no deban ocupar prácticamente la mitad del programa. A mí también me sale de ojo que el obispo lleve años siendo un habitual de la feria, que haya librerías que sólo venden libros religiosos o que la mayoría de los autores participantes esté constituida por escritores de aquí. Y que conste que no quiero hacer de menos a nadie. Simplemente se trata de buscar un equilibrio entre lo de fuera y lo de dentro.
Resulta imprescindible que representantes de la cultura de las administraciones locales, provinciales y regionales se reúnan y dibujen una nueva manera (radicalmente distinta) de plantear la feria del libro de una ciudad que, no lo olvidemos, aspiraba (menuda ironía) a ser nada menos que capital europea de la cultura en 2016.
Tal vez una solución sería la constitución de un consorcio en el que trabajasen el Plan de Fomento de la Lectura, el Gremio de libreros y las personas que durante todo el año (estoy pensando en Norbanova y Letras Cascabeleras) tejen una red de encuentros, lecturas y presentaciones (el Aula de la Palabra y Letras en Los Jardines) que mantienen viva, desde el punto de vista de las letras, a esta mortecina ciudad. Únicamente supone una sugerencia. Y estoy seguro de que existen otras alternativas para que de una vez por todas en las cosas de la cultura decidan las personas de la cultura. Todos saldríamos ganando.