miércoles, 20 de julio de 2011

La poesía y la carne


Hubo un poeta portugués, Antonio Botto, que enviaba a los conocidos que le gustaban (Botto era homosexual en una época, hace cien años, en la que uno debía tener cuidado con ir reconociendo ciertas cosas) fotografías suyas en paños menores o directamente en pelota, aunque, eso sí, disimulaba sus vergüenzas adoptando poses propias de una escultura clásica del tipo discóbolo de Mirón. Sobre esas fotos, anotaba unas palabras (en muchos casos se trataba de un poema) para felicitar al destinatario por lo que fuese: un cumpleaños, el año nuevo ...
A mí el ejemplo de Antonio Botto me parece uno de los mejores para demostrar la utilidad de la literatura.
Hoy me he acordado de él al ver en Facebook la actividad constante de cierta poeta española a la que no hay festival o encuentro que se resista. Porque, por lo visto, cuando quiere publicar un libro, acompaña el original en cuestión con un álbum fotográfico en el que se muestran otras virtudes (no me atrevo a llamarlas retóricas).
Lo que sucede es que Botto exhibía su cuerpo y su poesía para obtener favores carnales, que me parece mucho más honrado que enseñar las piernas para intentar que el editor de turno se maree y termine metiéndonos en su catálogo.

2 comentarios:

  1. Oye, pues eso a mi no se me había ocurrido... Ahora mismo voy a por la cámara a ver si a mí me funciona y saco algo adelante.

    P.D. Mapplethorpe se va a retorcer en su tumba...

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  2. Vaya historias las de los poetas de hoy en día..., menos mal que quien busca, halla y quien quiere e intenta leer textos que tengan calidad y los busca donde sea, lo consigue.

    Bah, al final cada uno acaba por ocupar el sitio que le corresponde...

    ;-)

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