Después de tanto tiempo tropezando con intentos de presentaciones decepcionantes, anoche, en La Puerta de Tannhäusser de Plasencia, volví a sentir que esto de la literatura a veces tiene algún sentido.
Víctor Peña, que tuvo el detallazo de prestarse a hacer de maestro de ceremonias, estuvo magnífico. Dibujó una presentación divertida y repleta de talento. Víctor es un escritor que, aunque aún pertenece a esa categoría virginal de los inéditos, no me cabe ninguna duda de que va a convertirse en uno de los poetas importantes de este país.
Además tuve la suerte de que entre el público asistente hubiese buenos amigos como el maestro Álvaro Valverde, a quien hacía tiempo que no veía y con el que siempre es un privilegio estar.
Gracias también a José Luis Carrión y a Pilar Cumbreño por su continua complicidad y apoyo. Fue una de esas noches que lo reconcilian a uno con la literatura. Y menuda falta me hacía.
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