Acaban de publicarse los resultados de las votaciones que se han celebrado dentro de Podemos. Enseguida parte de la prensa nacional se ha lanzado a la yugular de Pablo Iglesias para sugerir que ha habido pucherazo. Irregularidades con el censo no ha habido, de eso estoy seguro, pero el proceso para elegir a los representantes municipales ha sido, por desgracia, bastante turbio.
En algún sitio he dicho que Podemos es lo mejor que le ha pasado a la democracia española. Y, a pesar de todo, lo sigo pensando. Porque recogió el espíritu del 15 M, que había servido para que, por primera vez, las personas normales expresásemos nuestro hartazgo y despertásemos. Podemos puede ayudar a que la democracia española se modernice de una vez por todas y que los políticos comprendan que son meros servidores públicos.
Ese ambiente de entusiasmo y confianza en la posibilidad de cambiar las cosas me animó a acercarme al círculo de Podemos de Cáceres y a empezar a participar en el grupo de educación y cultura hace casi medio año. Yo nunca había pensado en meterme en política. Sin embargo, aquello parecía distinto. El sistema de asamblea permitía que cualquiera con ganas de trabajar pudiese hacerlo. Y debo reconocer que las primeras reuniones fueron estupendas: hablábamos, aportábamos ideas y propuestas, proponíamos soluciones para los problemas en el campo de la educación y la cultura ... Vaya, que volvía a casa siempre con una sonrisa en la boca. Porque sentía que esta vez sí, que esta vez había una puerta que llevaba a algún sitio.
Hasta que llegó el momento de elegir a los representantes municipales de Podemos. En ese instante, personas con las que había compartido proyectos e ilusiones parecieron convertirse en otros muy distintos. Para empezar, elaboraron una lista que dejó fuera a compañeros muy valiosos que llevaban mucho tiempo trabajando en el círculo e incluyeron a alguna persona que jamás había aparecido por ninguna reunión. Pero es que luego, en la supuesta campaña electoral, nos encontramos con que toman el nombre de "Claro que podemos" y que los propios Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón apoyan las listas con esa denominación en toda España. Es decir, de la noche a la mañana, lo que tenía por un proyecto común resulta que es el de unos cuantos, que, además, presumen de poseer el verdadero ADN de Podemos y que se dedican a faltar el respeto y a insultar a todos cuantos expresan su desacuerdo con el hecho de que existan listas avaladas por los dirigentes del partido. Yo, que me presentaba como candidato independiente al consejo ciudadano, retiré mi candidatura en cuanto vi aquello. Qué triste: continuos insultos y amenazas a diestro y siniestro. Y Pablo Iglesias que, para agravar la cosa, publica un vídeo en el que solicita el voto para las candidaturas de "Claro que podemos".
El resultado era el que cabía esperar: en casi todas las ciudades españolas (incluida la mía) las listas de "Claro que podemos" son las más votadas. Evidentemente, el aval de los dirigentes del partido se convierte en crucial. Entre los sofismas que los agraciados esgrimen está el argumento de que las listas no son cerradas y que se puede votar individualmente. Sin embargo, en la práctica, como existe la opción de votar a una lista entera con un solo golpe de ratón, la mayor parte de los electores (lógico) opta por dar su voto a las candidaturas respaldadas por Iglesias. Un ejemplo: en Cáceres, 203 personas han votado a una candidata que nunca ha participado en asamblea ni reunión alguna; es decir, marcaron su nombre por la sencilla razón de estar en la lista oficial. Lo que significa que, en el fondo, da igual quién sea quién con tal de que cuente con la bendición del líder.
Las críticas a este sistema de candidatos de primera y de segunda han empezado a caer como un chaparrón sobre los dirigentes del partido y ha abierto una grieta que, de corazón, confío en que se sepa cerrar a tiempo. En Podemos no sobra nadie. O eso creía yo.
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