Llego a casa después de pasar unos días en la playa. En el buzón, entre
la correspondencia que se ha ido acumulando, una carta de la Diputación
de Cáceres en la que se me comunica que se ha denegado la pequeña
subvención que Ediciones Liliputienses
había solicitado dentro del programa que dicho organismo oficial había
convocado para la realización de "eventos culturales" (sic).Una amiga me
había animado para que la solicitase y yo (menudo ingenuo) lo hice. El
proyecto que presenté comprendía la
publicación de diez libros y la organización de un ciclo de
presentaciones. Diez libros con tres mil euros, ahí es nada. En la carta
se nos dice que la solicitud "no se ajusta a las bases". Será a las de
la ignorancia supina de los evaluadores de la Diputación, porque si no
... Y de verdad que no quiero faltarle el respeto a nadie, pero que
entre la lista de los que sí recibirán la ayuda haya asociaciones con
nombres tan sugerentes como "Grupo folklórico El Despertar", "Vecinos
barrio judío de Hervás" o "Coros y Danza Zangaena" me recuerda por qué
hace tiempo decidí que en los títulos de la editorial figuraría como
lugar de edición la Isla de San Borondón y no Cáceres. No pienso hacerle publicidad
alguna a una ciudad cuyo desprecio por la cultura no deja de crecer.
Por cierto, el proyecto incluía, entre otros, la edición de poemarios de
autores como Carlos Cociña, Omar Pimienta, Jorge Aulicino o Rafael Courtoisie, nombres
que imagino que a los eximios evaluadores les sonarán a chino. La
consecuencia es que esos magníficos títulos tardarán algo más en salir
de lo que me habría gustado, pero, eso sí, terminarán saliendo. Por pura
cabezonería isleña.
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