Creo que el lugar en el que vivo es un símbolo de lo que soy: más allá de las afueras, en una urbanización lejos de todo, encaramado en lo alto de un cerro desde el que no se puede ir andando a ningún sitio.
El contacto pemanente con la periferia acaba convirtiéndonos en periféricos.
En coche siempre para llegar siempre tarde.
Censo de vecinos: - El jabalí que baja a comer las últimas bellotas de las encinas que crecen al lado de casa cuando llega la primavera.
- Los caballos y los terneros con los que nos cruzamos de camino al centro.
Como es sábado por la tarde, no tardamos demasiado en encontrar aparcamiento. El remanso de Olqui. Chocolate con churros. A Irene le chiflan los pequeños. Su mano diminuta brillante por el aceite.
Al salir de la churrería, no pude reprimirme y le hice una foto a un cartel digno de una tertulia literaria. El Club de la memoria resultó ser la sede de una asociación contra el Alzheimer.
Muchas veces la poesía no está en los poemas.
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