jueves, 26 de febrero de 2009

Un café imaginario con Antonio Gómez y otro real con Elías Moro


La visita de los jueves a las librerías de Mérida hoy ha resultado mejor que nunca. Y eso que libros, lo que se dice libros, he visto pocos.
Al subir por la rambla, me encontré de frente con Antonio Gómez. Cercano, generoso y humilde. Él, uno de los artistás más importantes del país, que tendría motivos de sobra para sacar pecho y que, en cambio, es la humildad en persona. Recién regresado del Festival de perfopoesía de Sevilla, donde ha coincidido con un amigo común (David Moreno, de Ediciones Trashumantes). Charlamos luego acerca de la próxima edición de EDITA. Confía en que finalmente podamos ir, aunque, según parece, este año se han encontrado con más solicitudes que nunca.
(Les pondré una vela a los Gormitis de Manu.)
Luego, cuando apenas llevaba un par de minutos en Punto aparte, veo asomándose por la puerta a Elías Moro.
- Te estoy llamando por teléfono, José Mari. ¿Un café?
Me acuerdo de que llevo el móvil silenciado. Por aquello de venir del instituto.
El café nos lo tomamos en un bar que hay justo al lado. Me alegro de verdad de ver a Elías. Metro noventa de buena persona. Y de lector estupendo. Y de poeta magnífico.
Nos preguntamos por nuestros proyectos. Me habla de una antología que le está preparando la Editora Regional y de un poemario nuevo que sacará Calambur. Conociéndolo, estoy convencido de que merecerán la pena. Nos bebemos el café sin darle tiempo a que se enfríe. Lástima no disponer más que de veinte minutos. Me esperan mis fieras de la ESO. Justo antes de despedirnos, me pide que le guarde un ejemplar de los próximos libros que saquemos en Litteratos. Oírle alabar "mi" colección me proporciona una confianza que, lo reconozco, tanta puerta cerrada a veces me roba.
Un abrazo.
Cuenta con ello.

1 comentario:

  1. Esa es la gente, amigo José María -te incluyo, of course- a la que uno echa de menos. Por lo demás, que le den a Mérida.

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